LIBRO ABIERTO - BLOG CAP. 02
Diario personal, mi historia como un libro abierto
Saludos estimados amigos 👋
Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi blog. En el capítulo anterior les ofrecí relatarles mi experiencia desde que fui internado en el servicio psiquiátrico del hospital de los Magallanes de Catia en Caracas. Y para comenzar debo decirles que ser hospitalizado en un “manicomio” era el terror más grande que había en mi mente durante el trastorno mixto que padecía; si recuerdan, les dije que desde que comenzaron los síntomas en mí, me obsesioné con la idea de que me estaba volviendo loco, y eso era algo que yo no quería demostrarle a las personas a mi alrededor. De manera que, siempre traté de ocultar el nivel de lo que yo sentía y pensaba.
Yo tenía en mi mente la idea de que un hospital psiquiátrico era como lo presentan muchas veces en las películas, donde los pacientes están encerrados en una habitación vistiendo una camisa de fuerza y recibiendo dosis de fármacos para mantenerlos dopados y controlados. ¡Era una predisposición terrible la que había en mi mente! Pensaba que llegar ahí sería mi fin. Yo tenía como una teoría de conspiración en cuanto al tema y sospechaba de todos a mi alrededor.
Por esta razón, me fui agravando progresivamente por no tener una supervisión médica ni un diagnóstico que dijera qué era lo que me estaba pasando, y fue ya cuando me vieron muy mal que me hicieron sentir obligado a ir al hospital, y me llevaron una primera vez por emergencia al hospital ya referido anteriormente. Ahí me atendieron y de inmediato me recetaron fármacos psiquiátricos, a los cuales yo accedí a tomar porque tenía consciencia de que estaba muy mal de mi salud mental y emocional. Luego me colocaron cita médica para el control de mi tratamiento que comenzó siendo ambulatorio; esto quiere decir estando en mi casa y asistiendo a consultas médicas en el hospital. Durante ese período de tiempo hicieron varios intentos por internarme, pero yo me negaba, y en uno de esos intentos cuando vi que era una decisión tomada, apenas vi que alguien abrió la puerta del piso donde quedaba el servicio psiquiátrico (piso 9 / último), estando yo en la sala de espera y mis familiares en el consultorio de la psiquiatra tomando la decisión, del miedo salí huyendo del lugar, corrí las escaleras como loco bajando los nueve pisos y sin parar de correr me subí a una unidad de transporte público que se internó en un barrio desconocido para mí. Y fue cuando vi que aquel transporte se internaba cada vez más dentro de ese barrio, que me di cuenta de lo que estaba haciendo y me bajé del vehículo sin que se hubiera detenido aún, y corrí por aquel lugar desconocido regresando al hospital. ¡Una locura! Pero no volví a subir al piso 9 sino que esperé a que mis familiares bajaran a buscarme.
Así que me libré de que me internaran aquel día y continué con el tratamiento ambulatorio; pero lamentablemente mi situación económica, como ya les conté en el capítulo anterior, no era buena; ahora estaba desempleado nuevamente y dependía de la módica ayuda de la congregación que me había enviado a pastorear en el lugar donde estaba refundando otra congregación, y de la ayuda de mi abuela paterna que fue quien más colaboró conmigo y mi hogar en aquellos momentos. Siempre la recordaré con agradecimiento.
Genoveva - Mi abuela paterna
Fue hasta que una noche tuve una reacción química que me produjo mucha taquicardia (pensé que me moriría de un infarto) y una resequedad de toda la mucosa de mis vías respiratorias, que me llevaron nuevamente de emergencia al hospital por la mañana, y ahí me cambiaron unas medicinas por otras y me dejaron ir a mi casa.
Mi condición siguió empeorando, recuerdo que pasé una semana completa sin dormir, ya no sabía en qué dimensión vivía yo, y ahora sí llegó lo inevitable; una mañana llegaron a mi casa dos hermanos cristianos, me tomaron en contra de mi voluntad y me introdujeron en una camioneta en la cual me trasladaron al hospital nuevamente donde me estaban esperando para internarme, y así lo hicieron. Recuerdo que me sentía como oveja llevada al matadero durante el viaje, y luego como un zombie al ingresar al piso del servicio de psiquiatría del hospital.
Ya sin esperanzas de salvación (según mi mente), me entregué a la muerte. Dije para mis adentros; “bueno... Hasta aquí llegó mi vida... Todo se terminó para mí” (lo recuerdo ahora mismo con lágrimas en mis ojos). Ya solo esperaba el encierro, el abandono y la muerte; esas eran mis expectativas. ¡Fatales! Pero ya ustedes sabrán que no fue así, porque estoy aquí vivo y completamente sano contando la historia.
Historia que continuará en el próximo capítulo. ¿Te gustaría saber lo que pasó de ahí en adelante? Déjame saber en los comentarios y comparte este post.
Muchas gracias a todos por leer mi historia.
Quedo a la espera de sus valiosos comentarios en este post.
Leonardo Gómez.